IGLESIA DE SANTIAGO
LaBRaR, oRaR, SaNaR Y DaR La HoRa

En 1140 un rey leonés, Alfonso VII, concedía fuero a Alba de Tormes y en él ya figuraba la iglesia de Santiago. El mismo documento también menciona a “judíos” y “moros” entre los pobladores de Alba y sus aldeas. Alguno de estos pudo ser el maestro que levantó este templo.

Le encargaron construir una iglesia románica con una única y estrecha nave, rematada con un ábside semicircular de gran altura. Realizó aquí una sencilla decoración de arcos ciegos, si bien en la parte alta apostó por un diseño trilobulado, que se puede ver en la parte norte y que recuerda a modelos cordobeses.

Está claro que este maestro no trabajó solo y colaboró con el escultor encargado de decorar los capiteles románicos con animales y seres fantásticos. Puede que este último fuera cristiano, o musulmán como él, ya que los mudéjares también supieron tallar la piedra.

A finales del siglo XV intervienen en el templo otros maestros, particularmente en la nave, cubriéndola con una sencilla armadura mudéjar de madera. También actuaron sobre el acceso sur, construyendo un atrio y decorando la puerta con bolas o pomas, tan típicas del reinado de los Reyes Católicos, primos de los primeros duques de Alba.

Pese a todo, se respetó la torre medieval, reforzándola. Desde entonces fue conocida como “del reloj”, pasando a jugar un papel central en la vida social de los albenses. Durante siglos la parroquia gestionó un hospital anexo bajo la protección de Santiago y San Marcos.

La iglesia fue lugar de enterramiento de personajes notables como don Gutierre, primer señor de la villa; el caballero Antón de Ledesma y su mujer; o la esposa y una de las hijas de Lope de Vega.


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