EL MeRCaDo SeMaNaL
Comprar, vender, cambiar
No cabe duda de que la ubicación de Peñaranda, en un cruce de caminos en el que confluían los arrieros y mercaderes que viajaban de Zamora y Salamanca hacia Ávila y Madrid, tuvo mucho que ver con su vocación mercantil. También influyó de manera notable el tránsito de millones de cabezas de ganado que recorrían de norte a sur la Cañada Real de las Merinas extremeñas.
Las idas y venidas de unos y el encuentro de otros propiciaban tanto el intercambio de géneros y noticias que la localidad acabó por convertirse en un lugar más que ideal para el mercadeo. Mucho más desde que Juan I concedió licencia a finales del siglo XIV para celebrar un mercado semanal que, desde entonces hasta hoy, sigue abarrotando cada jueves sus plazas.
Como villa señorial que era, el monopolio de la explotación de los mercados pertenecía a los señores. Al ser dueños de los pesos y medidas que se usaban, estos recibían también una buena parte de los beneficios de la compra-venta que tenía lugar en el mercado.
El éxito constante de esta actividad y la necesidad de más y más espacio para acogerla y organizarla son las causas de que Peñaranda se acabara configurando en torno a sus tres plazas.
|