El modo de dar con el pájaro es siguiéndole el canto. Acercarnos a eso desconocido que llamamos pueblo es oír su voz: queja y razón, su respirar por la herida. Herida del corazón común, que es también sentido común vivo, escondido, agazapado, dispuesto a dejarse hablar, a dejarse cantar cuando menos se espera. Aunque nosotros personalmente vayamos cayendo y callando uno a uno, el pueblo anónimo ni muere ni calla nunca. Prestar oído a la gente, recoger el hablar desmandando y, en juego de viejas artes combinatorias, ordenarlo, o desordenarlo, para devolverle al pueblo, claro y limpio, lo que de él se tomó prestado, ese es el verdadero oficio del poeta. Es en el lenguaje corriente y moliente donde la poesía abreva y se alimenta.
Si alguno de estos versos y cantos al oírlos aciertan a tocaros el corazón y la razón, el mérito no es nuestro personalmente, o lo es más bien en un sentido negativo, si logramos con suerte olvidarnos de nosotras mismas y dejarnos contar y cantar con lengua suelta las penas y alegrías de cualquiera.